12 marzo 2014

41º SEMANA LITEL PIPOL

Desde pequeña siempre me han encantado los perros. Me pedía uno para reyes, para mi cumpleaños... pero nunca me lo trajeron. Mi madre les tenía fobia. No podía ver un perro ni en la cera de al lado.

Cuando me fui a estudiar a Badajoz, mis padres se compraron una pequeña finca. Y entonces el momento en el que mi padre se puso de mi parte y se empeñó en tener un perro para cuidar de aquello. Os podéis imaginar lo difícil que fue para mi madre, incluso hacerse a la idea, pero aceptó. 

Un día inesperado, mi padre llegó a casa diciéndonos que su compañera de trabajo le regalaba un pastor alemán, la raza que estábamos buscando. Un par de días después, mis hermanas y yo fuimos a buscarlo junto a mi padre. Yo no me lo podía creer, aquel cachorrito era para nosotros.

Emocionadas nos lo llevamos a casa y allí lo bautizamos como ATHOR. Como era tan pequeñito decidimos quedárnoslo un tiempo en casa.

Han pasado 12 años y mis recuerdos están cargados de cariño. Fue precioso ver la evolución de la relación de mi madre con Athor. 

Los primeros días, mi madre sólo lo miraba desde detrás de la puerta, de ahí paso a poder compartir habitación con él, lo siguiente fue dejar que el cachorrillo le pasara por debajo de las piernas y él supo enseguida que a ella no le gustaba que se le subiera. En cuanto se fue a la finca, Athor fue un fiel compañero de mi madre, la cual ya estaba enferma y no podía realizar tareas en la finca. Juntos y solos se daban largos paseos por el camino. Él la adoraba y ella también. 

Mi madre se marchó un año después, no sin antes permitir que mi sueño se cumpliese y hacernos felices a mi padre, mis hermanas y a mi. Y dándonos una lección: LOS MIEDOS, POR GRANDES QUE SEAN, SE PUEDE SUPERAR.

Athor estuvo con nosotros 5 años más, y con todo el dolor de nuestros corazones, tuvimos que sacrificarlo y así evitarle más sufrimiento.

Después hemos tenido más perros: PECAS que desgraciadamente también murió, HUGO que durante 3 años estuvo viviendo en mi casa, pero que tuve que bajar a la finca cuando nació Álvaro. Él llegó a nosotros gracias a Athor, el cual se lo encontró en un contenedor, con tan sólo mes y medio de vida aproximadamente. JULEN otro pastor alemán que nos recuerda mucho a Athor. Y ahora la nueva adquisición: KIKO.

Llegó antes de carnavales y no pudimos acercarnos a conocerlo hasta después de que pasaron éstos. Estaba deseosa de ver la reacción de mis niños, sobre todo la de Álvaro que nunca había visto a un cachorro. Por supuesto me llevé la cámara. Creo que estos momentos tenían que quedar inmortalizados.



Como podéis ver, les encantó KIKO, al que bautizamos en aquel momento, porque aún no tenía nombre. 


Se peleaban por tocarlo, por cogerlo. Menos mal que él es buenísimo y se dejaba mimar, estaba encantado.


 Pablo quería tenerlo todo el rato cogido, cualquier excusa era buena para tenerlo en brazos: porque se iba hacia la valla, porque se acercaba a Hugo, porque se escapaba...



Álvaro era un poquito más bruto. Lo cogía por donde le parecía, lo aplastaba de la emoción que le producía verlo andar. Tuvimos que estar continuamente pendiente de él.


Lo perseguía fuese donde fuese.


Y entonces llegaba Pablo y lo rescataba para que no lo pisase, para que no se agobiara, da igual, la cosa era volver a cogerlo más y más.


Os traigo un momento mágico, cargado de ternura, que se convierte en la protagonista de la semana, en la imagen LITEL PIPOL. Creo que ambos tendrán una buena relación.


Cuando empezó a oscurecer, fuimos a dejar al pequeño Kiko en su cajita, después de habernos pedido Pablo, unas cuantas veces, que nos lo llevásemos para casa.


Estamos deseando volver a verlo y seguir jugando con él. Estoy segura que lo volveréis a ver por aquí.

No os olvidéis de visitar el blog de LITEL PIPOL, os esperan 27 fotografías más:

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